Pio XI en 1930 había denunciado que la apostasía de la clase obrera era uno de los hechos más importantes del momento histórico. Los trabajadores, los pobres de entonces, habían abandonado la Iglesia.
Apostasía de la clase obrera y escándalo de los buenos tendrían mucho que ver. Esta apostasía fue posible por el escándalo de los buenos que diría Pío XII.
Rovirosa consagraría, en cuerpo y alma, a este fenómeno desde entonces y diría con el Papa que habría que renovar este mundo desde sus cimientos, yendo a las raíces.
Cuando en los años 40 toda la izquierda española estimaba que la única salida para la clase obrera era la guerrilla o el exilio, Rovirosa creyó que la guerra civil había aplastado la militancia obrera y que era indispensable realizar por la Iglesia, en servicio a la sociedad, una nueva promoción de militantes.
En esta España tercer mundo consagraría su vida Rovirosa. Esa España que vio pasar de un campesinado sufriendo el paternalismo del s. XIX a un campesinado ganando una miseria de jornal. Esta miseria es comparable a la actual del tercer mundo pero no en cuanto a la cultura cuyo peso histórico era de primer orden.
El gran sentido de la Justicia que tenía Guillermo Rovirosa le llevó a descubrir y a encarnar esa forma de vivir la unión con Dios que es la espiritualidad de encarnación.
Aceptará a Cristo no por el peso tradicional y cultural sino por el encuentro personal con Él abriendo su corazón al don de la conversión que Dios concede a todo ser humano convirtiendo su vida en un proceso de conversión.
Su gran amor a lo pequeño lo demostró durante toda su vida, siendo humilde con los pequeños y no rebajándose ante los grandes.
Los que le rodeaban descubrieron en él la auténtica alegría cristiana. Se trata de la alegría de Cristo que viviendo en los fieles se manifiesta en el dolor y vence al dolor.
La espiritualidad de encarnación también le llevaría a un amor a la Iglesia sin condiciones.
Siempre creyó que la apostasía de los pobres había sido posible en Europa por el escándalo de los buenos y esto le llevaría a ser perseguido incluso por los cristianos, despreciándole, calumniándole y difamándole.
Su radical entrega a los últimos, a los pobres, la hizo sin sentimentalismos. No oyendo de él ni una palabra de adulación a un pobre. Pasaba por una radicalidad por la Justicia que impidiera la pobreza en el mundo. Desde ahí amaba a los pobres.
Su promesa de entrega a los últimos le llevó a la necesidad de conocer el proceso histórico e ingresó en el Instituto Social Obrero que había puesto en funcionamiento el Cardenal Herrera Oria. Allí vería como la mentalidad de minorías selectas o de dirigentes era la última forma de esclavitud de los pobres. Y el combatir esto le pondría frente a la inmensa mayoría de los cristianos de su tiempo.
La Acción Católica sería su iniciación en la vida asociada. En esta organización burguesa y paternalista donde casi nadie cotizaba, se puso de cuota 5 pesetas de entonces, entendiendo que una de las condiciones de una organización libre es la de sostenerse a sí misma.
Apuntes sobre la vida de Guillermo Rovirosa
Ante la apostasía de la clase obrera
Rasgos autobiográficos