Xavier García (X.G.) biógrafo y amigo de Rovirosa transmite este texto que Rovirosa escribió a los pocos meses de su expulsión de la Hoac, de la que había sido su impulsor y alma. En un mes Rovirosa fue expulsado y en el atropello de un tranvía perdió un pie que hubo que amputar.
A primeros de septiembre de 1957 Rovirosa estaba ya en Madrid, de vuelta del Monasterio de El Paular, a donde se había ido a pasar las primeras semanas de su recuperación, por el accidente del tranvía. Al final de una carta que yo le escribí, mi hijo de siete años entonces, le puso unas letras de cariño, deseándole un pronto restablecimiento y comunicándole que iba a comenzar los estudios en el Colegio de los Padres Escolapios. Y Rovirosa escribió esta carta para él sólo. Cuando se recibió en casa dicha carta, la leímos al niño. Mi mujer y yo guardamos ‘un minuto de silencio’ en veneración hacia aquel hombre, tan hombre, que en aquella carta, después de una tan intensa vida y después del accidente, que tan cerca le puso de la muerte. Ahora cuando la releo veo más clara la santidad de aquel hombre que tuvimos entre nosotros. X.G.
Sr. D. X.G. junior
Estimado amigo: He recibido tu bella carta que me ha dado una alegría muy grande. Primero, porque se ve que quieres a este pobre viejo mutilado, que tanto quiere a tu padre y a todos vosotros. Después, porque me recuerdas que hace exactamente media centuria que yo decía como tú: Hoy he comenzado a ir a los Escolapios. Si bien yo no iba, yo estaba, puesto que me encerraron allí a toda pensión. Como sea que no tenía padre, y la madre estaba muy enferma (tullida toda ella), de esta forma yo no estorbaba en casa. Tú tienes como campo de operaciones la calle del Agua, y yo tenía la del Jardín, que viene a ser lo mismo.
Y he aquí que cuando yo era como tú lo mas que me gustaba no era jugar a ladrones y alguaciles, ni cosas por el estilo, sino a piratas, y siempre quería hacer de capitán de pirata, tuerto y con una pata de madera. Con cañas, maderas y cordeles, muchas veces intenté hacerme una pata de madera que pareciera ‘de verdad’, pero nunca me salí con la mía. Y mira por donde, al cabo de cincuenta años, puedo disfrutar de aquel deseo, que siempre se había quedado en deseo, llevar una buena pata de madera con todas las de la ley y sin mandangas.
Seguramente -si Dios lo quiere -, dentro de no muchos días, iré a Cataluña pero parece que no podré pasar por Vilanova, con lo que eso me gustaría, aunque no fuera más que el tiempo justo de darte un buen beso y un buen abrazo. Y no podrá ser, porque me han regalado un pasaje de avión, y como que los aviones de Vilanova aún no paran… ¿Te gustaría mucho, verdad, ir en avión? Ya irás. No tengas prisa, y pide a nuestro Señor que no tengas que ir nunca en estos aviones malditos que esparcen la muerte.
Eso ahora me recuerda que también debe hacer unos cincuenta años que por ahí se vio volar por primera vez. Figúrate que en Tarragona había fiestas, y uno de los números era esperar la llegada de un avión que, saliendo de Sitges y bordeando el mar, llegaría a la playa de Tarragona. Muchos de Vilanova fueron a Sitges y a mí también me condujeron allí. Ahora me hace reír cuando recuerdo aquel aviador cómo iba ataviado, y aquel avión hecho de madera, alambre y lonas pero entonces era algo muy serio. Cuando quiso arrancar tuvo tres o cuatro fracasos, puesto que el motor se le paraba, pero él venga a hurgar por todas partes y al fin pareció que el motor decía que ‘sí’. Esto sucedía en la playa de Sitges, y no te extrañe que las ruedas no se hundiesen porque el avión debía pesar algo más de tres onzas Entonces vino el momento de la emoción.
Todos estábamos agachados y algunos tendidos en el suelo para prestar atención al momento emocionante y nunca visto hasta entonces en que una cosa (que no era ni un globo) marchase hasta arriba. Y sí, sí; todo fue como una seda. Se levantó unos cuarenta o cincuenta metros y todos con el ‘¡ay!’ en el corazón, si cae o no cae, y así fue avanzando hasta que se perdió de vista en dirección a Vilanova. Para nosotros el espectáculo fue completo. No fue así para los vilanoveses que esperaban verlo pasar por la playa, ni para los de Tarragona, puesto que se le paró el motor antes de llegar a Vilanova, en una pequeña playa intermedia, sin que pasase desgracia alguna. Ahora, en cambio, los aviones pasan a todas horas, y nadie les hace caso. Pero aquel, fue el primero, y eso es un mérito del cual ningún otro podrá presumir por perfeccionados que sean.
Yo también, esta noche, cuando vaya a la cama pensaré que en la calle del Agua, de Vilanova, estás tú, que amas al buen Jesús y también al pobre Rovirosa y le pides que la pata de madera y las muletas no le pesen demasiado, y que bien pronto pueda venir a darte el beso y un abrazo muy fuertes que ahora quedarán en el aire, que pase volando por encima de Vilanova. Y yo también pediré al Buen Jesús que este amigo mío de toda la vida no diga nunca ninguna mentira y que no acepte nunca ninguna mentira, que si vas con la verdad, tú y el Buen Jesús no os separaréis nunca.
A todos os quiere de corazón: muy vuestro Rovirosa.
Finalmente le aconsejaron que no viajara en avión y lo hizo en tren, de manera que si pudo darle el beso y un abrazo. Viajaba en tren, repleto de gente, cuando él justito se aguantaba en pie.