Si nos pidieran una definición de «rutina» diríamos que es el arte de resolver problemas sin plantearlos.
La rutina de los hombres es una degradación del instinto de los animales. Estos no dudan nunca ni se plantean problemas, pues el Creador se los dejó todos resueltos de una vez para siempre.
La grandeza del hombre estriba precisamente en la facultad (y en la necesidad) de plantear y resolver sus propios problemas.
Claro está que el problema fundamental de «conocer a Dios» el hombre está incapacitado para resolverlo con sus propios medios, y por eso todas las tentativas han terminado en idolatrías, paganismos y falsas religiones. Únicamente Dios podía informarnos de «cómo es Dios»; y esto no por medio de profetas ni de mensajeros, sino que quiso ser Dios quien de manera indudable diera testimonio de Sí Mismo.
Se habla muy a menudo de resolver problemas de todo orden: económico, social, político, filosófico y religioso, pero antes de intentar resolver ningún problema interesa plantearlo bien. Los matemáticos repiten un aforismo que dice que: «problema bien planteado ya está medio resuelto».
Tanto los problemas matemáticos como los técnicos y todos los que se refieren a la vida, nunca se presentan aislados, sino que son como el eslabón de una cadena continua, que se apoya en numerosos problemas anteriormente resueltos.
Y aquí está el peligro. Ordinariamente la rutina interviene como elemento componente e integrante de las premisas que manejamos en el planteamiento de los problemas que intentamos resolver.
Repetidamente el Papa nos exhorta (con la palabra y el ejemplo) a replantear problemas que la rutina daba como resueltos, por ejemplo: los que se refieren al «régimen de propiedad» (no al «derecho» de propiedad). Y también las mentiras organizadas en relación con los Reyes Magos y los juguetes.
Este será seguramente uno de los excelentes resultados del «Método de Encuesta».
El «hombre de Encuesta» no acepta nunca como válida una solución de rutina, y no tiene más remedio que replantear el problema para estar seguro de una solución racional.
La verdadera personalidad del hombre se forja a medida que se va resolviendo (bien resueltos) sus propios problemas y los problemas de la sociedad de que forma parte. El «Método de Encuesta» arma al hombre para incrementar su personalidad humana.
La rutina es el gran enemigo, que si el hombre se abandona a ella, se envilece a un nivel inferior al de las bestias.