Esta palabra se lleva y se trae con mucha frecuencia, y a veces en sentido totalmente desviado. Incluso parece que algunos llegan a creer que toda acción de los que tienen autoridad ya se puede motejar de paternalismo. Ya se trate de padres, de gobernantes o de simples patronos.
«El paternalismo» aparece cuando el que tiene autoridad no tiene en cuenta las circunstancias actuales del sujeto, tratándolo como menor de lo que es, o como retrasado mental, o como incapacitado y eternamente insolvente.
Esta deformación conduce a los padres a tratar a los hijos de dieciocho, años como si tuvieran diez, y no hay duda que abre un foso de incomprensión entre ambos, que raramente se podrá salvar. El «paternalismo» patronal suele anidar en el corazón de buenas personas, que están convencidas de que solamente son «mayores de edad» los que poseen determinada cuenta corriente en el Banco; mientras que los pobrecitos que no alcanzan a ello son unos desgraciados a los que hay que socorrer y asistir con limosnas, pues están incapacitados para codearse y poder opinar con «los mayores».
Algo por el estilo es el «paternalismo» de los gobernantes que lo practican. Están seguros de que ellos son los únicos «mayores de edad», y los demás (como niños) solamente tienen derecho a azotes ya caramelos, según el humor del «mayor».
Nosotros recusamos todas estas deformaciones paternales, y estamos seguros de que el buen padre es aquel que trata al hijo de dieciocho años como a un hombre de dieciocho años, y al de diez años como a un hombre de diez años.
El buen patrón será aquel que esté segurísimo de que las cuentas en el Banco no añaden ni quitan un ápice a la dignidad humana; en todo caso, «obligan» en muchos aspectos a los que las poseen. Y tratan a cada hombre mayor como a hombre que posee la plenitud humana al menos tanto como él. Que si los obreros necesitan al patrono, éste carecería de sentido sin los obreros.
El buen gobernante no puede ser el que se esfuerza en mantener en estado de incapacidad permanente a los súbditos, sino el que emplea todos los métodos y artificios posibles, para que cada uno de éstos pueda, de hecho ser hombre libre, con la santa libertad de los hijos de Dios (que está tan lejos del libertinaje como de la esclavitud).
El sentido «paternal» de los que tienen autoridad los hace imágenes de Dios. En cambio, el «paternalismo» es la deformación v la perversión de la función paternal. Y como imagen del «paternalismo» cada uno busque la que le parezca más adecuada.
Una verdadera función paternal es excelsa. El paternalismo es todo lo contrario.