Madrid, diciembre 1958
Mis queridos Jesús, María y Prole:
Bendito sea Dios, que no se cansa de mandar hijos suyos a la tierra, a ver si alguno se decide a ser esto, fundamentalmente: hijo de Dios; sin que se canse ni aburra ante el panorama de tantos y tantos que le hemos frustrado sus deseos y sus designios. A ver si esta mujer que ha aparecido en vuestro hogar será fiel a lo que Dios espera de ella…
Me da la impresión de que casi todos los padres se creen únicamente padres de niños y de niñas, pero que son rarísimos los que se sienten padres de hombres y mujeres. Así, toda la vida el hijo sigue siendo el niño, lo que falsea las relaciones de unos y otros, y ocurren tantas desgracias como vemos a nuestro alrededor, y quizá en nosotros mismos. El hijo tiene que hacerse hombre (o mujer) a pesar de los padres y contra los padres, que se emperran en querer que «aquello» sigua siendo un niño y como tal lo siguen tratando.
En cuanto se entierra una semilla de manzana ya se sabe que aquel tallito es un manzano, y se le cuida y se le trata como a manzano que és, aunque de momento no dé manzanas, y sí muchos cuidados y desvelos; pero todo ello en función de la plenitud manzano. En cambio, en los hijos se pone la atención en lo infantil y en lo juvenil, como si tales aspectos tuvieran alguna realidad que no fuera puramente transitoria, pasajera y fugaz, ya que todo tiene valor únicamente en cuanto se refiere a hombre (o a mujer).
Cuantísimos años llevan los curas y los padres cristianos educando niños, buscando cada vez métodos más científicos y tal, pero cada vez con resultados menos brillantes. Otra cosa sería si se propusieran, unos y otros, educar hombres, empezando en la cuna. Entonces no habría la ruptura que hay entre los curas y los padres por una parte y los hombre (y mujeres) adultos por otra, porque no habría solución de continuidad.
Me parece que todo estriba en la dirección en que se mira. […]. El hoy no se nos da para inmovilizar el ayer, sino para crear el mañana, con toda su plenitud. Claro está que es más fácil y cómodo el extasiarse ante la «monada» actual del niño, como si fuese algo permanente y decisivo, que el esforzarse por referirlo todo a la plenitud humana de aquel ser. La constante, que no se debe perder nunca de vista es el ser hombre (o mujer); lo accidental, pasajero y huidizo es el ser cagón o niño-pera, con sus encantos y desencantos, que hay que aceptar, pero no solamente no han de estorbar para ver la realidad hombre, sino que han de ser ayuda para ello.
A lo mejor, mientras lees esto, estás pensando: ¡Qué bien se explican estas cosas cuando no se tienen ni se han tenido hijos! Seguramente tienes toda la razón. Añadir que hay muchas cosas que se ven mejor desde fuera que desde dentro. En todo caso, si lo dicho no te gusta, perdóname; y tenlo por no dicho; y en paz.
Estoy esperando, de un momento a otro, que me avisen para ir a recoger en S. Sebastián el nuevo pié ortopédico que me están haciendo. A ver si [puedo moverme, pues el que tengo] me sirve estupendamente para estar sentado, y para poca cosa más. Yo contaba que el regalo de Reyes 1958 sería un pié del Cuerpo Místico con alas; y es posible que sea así, pero con un año de retraso. Esta inmovilidad de un año ha deshecho todos mis cálculos, pero ha sido de una utilidad tan grande en aspectos insospechados, que nunca daré por ello bastantes gracias a Dios.
Aunque sea un poco prematuro, aprovecho esta carta para desearos unas felices Navidades, con un Niño Jesús de verdad en vuestra casa (aunque sea niña es igual) y un 1959 en el que se despejen un poco las nebulosas que han envuelto el 1958. Estos mismos sentimientos, manifestarlos de parte mía a D. Antonio, de quien me acuerdo mucho, y con el cual espero poder continuar los coloquios que tanto bien me han hecho.
Con un abrazo total, se os despide
¡Hasta mañana, en el Altar!
Vuestro, en Xto.
Rovirosa.
El hoy no se nos da para inmovilizar el ayer, sino para crear el mañana, con toda su plenitud.