La personalidad libre y creativa de Guillermo Rovirosa

Los que no hemos conocido personalmente a Rovirosa tenemos la oportunidad de acercarnos a él a través de sus escritos. Mejor, podríamos decir que es él quien nos acerca a Cristo, porque era eso lo que quería, no solo cuando escribía, sino con toda su vida. También nos atrevemos a hacer esta pequeña reflexión sobre diversos aspectos de la personalidad de Rovirosa contando con los testimonios de los que le conocieron. Es más, este pequeño trabajo quiere ser una acción de gracias para aquellos que se han empeñado en que el recuerdo de esta gran persona permanezca vivo y sirva de referente para los jóvenes.

Los que hemos conocido a Rovirosa a través de sus escritos tenemos la ocasión de percibir la frescura de su pensamiento. Los que le conocieron dicen que hablaba como escribía y escribía como hablaba. Tomaba una idea y la hacía avanzar paso a paso, con método y maestría, sin pasar a otro punto antes de haber extraído del primero la lección que deseaba, o de haber creado, con ocasión del primer punto, el estado de ánimo que le interesaba crear. Poseía el arte del “suspense” de modo inigualable. Hasta que el lector no llega al final del escrito está pendiente de su razonamiento, pero no se da cuenta de su objetivo hasta leer la última palabra. Entonces de un golpe aparece ante sus ojos una panorámica verdaderamente deslumbrante. Después deja al lector la tarea de completarla con su propia reflexión.

El respeto a la hora de hablar dice mucho de quien lo practica. Rovirosa llegó a vivir el escuchar y el hablar al otro con una gran consciencia y lucidez. Un sabio de nuestros días afirmó que la palabra es un sacramento de muy delicada administración y Rovirosa hizo de la comunicación una experiencia religiosa en la que los demás acabaron siendo lo prioritario en su vida. Por eso, una de sus últimas reflexiones fue la que dedicó a la virtud de escuchar, porque para saber hablar es preciso escuchar. Podemos hilar frases bonitas pero sin escuchar estaremos contrariando hasta nuestra misma constitución física que nos ha dado dos oídos y una sola boca para recordarnos que vale más escuchar que hablar.

Una de las grandes claves de su vida fue el amor a la verdad que le inculcó su padre. Esta fue la semilla que cultivó durante décadas para germinar en un encuentro sincero con Cristo. Su amor a la verdad le hizo radicalmente libre, tan libre que pudiendo acaparar los primeros puestos siempre escogió los últimos. El apasionamiento de Rovirosa por la verdad le hizo ganarse muchos enemigos. No es fácil soportar a una persona así si no se quiere cambiar. Las buenas formas son la mejor manifestación de la mentira y, por lo tanto, la negación de  la verdadera educación.

La verdad tiene muchos predicadores y pocos mártires y Rovirosa lo demostró cuando acabó expulsado de su organización. Cuando en mayo de 1957 la trama organizada contra él le retira oficialmente de la HOAC estuvieron toda una tarde entera buscando en los archivos de la Dirección de Acción Católica, a fin de anularlo, el documento con su nombramiento oficial como miembro del Consejo Nacional de Hombres o como promotor o como vocal de la Comisión Nacional de la HOAC. No pudo ser encontrado porque no existía. Rovirosa nunca pidió un documento a la Jerarquía que respaldara su nombramiento oficial para iniciar el apostolado obrero en España. No hacen falta documentos ni contratos cuando lo que prima es el espíritu militante. El chasco de los que se empeñaron en difamarle no sería pequeño.

Es imposible acercarnos a la personalidad de Rovirosa sin constatar su enorme significación histórica. Una personalidad excepcional se forja cuando la persona se sitúa de manera consciente y profética en la encrucijada histórica en la que vive. Establecer puentes sobre el foso que separaba a los pobres (entonces obreros) y a la Iglesia fue la labor para la que se preparó Rovirosa desde su conversión.

Plenamente encarnado en la clase obrera española, la genialidad de Rovirosa consistió en no hacer un sindicato ni una obra asistencial que hubiera sido lo lógico a la luz de nuestra tradición y de lo que se estaba haciendo en otros países. Rovirosa era consciente de que en nuestro país ya había habido organizaciones para formar militantes de la burguesía y era la ocasión, por primera vez en nuestra historia, de hacerlo para los pobres. El grupo de conversos que supo reunir en los años cuarenta fue el núcleo iniciador de la experiencia militante más importante de nuestro siglo en España. Rovirosa nunca rehuyó nada de cuanto se le cruzara en la vida en todos los planos, tanto en plano religioso, político, afectivo como en el físico. Nadie le conoció el más mínimo gesto de contrariedad cuando su mujer le abandonó. Cuando sale del quirófano es Rovirosa quien tiene que consolar a los miembros de la Comisión General de la HOAC que fueron a visitarle. Aquellos que lloraban por verle su pierna amputada se ven sorprendidos por un hombre que sale haciendo chistes: ¿habría que llevar flores a su pie cortado y enterrado el día de los Santos?. Y reciben la lección de un hombre que pidió no ser anestesiado para vivir la misma experiencia de Cristo clavado en la Cruz y unir su sangre a la suya ofreciéndola por la HOAC de la que acababa de ser expulsado.

Sin duda que estamos ante una personalidad excepcional. Sólo los conversos son capaces de acercarnos a Dios a través del nuevo orden que imprimen a la realidad. La psicología estudia todo lo relacionado con el comportamiento humano, y define el comportamiento creativo como aquel en el que la persona resuelve los problemas de una manera original, nunca imaginada y eficaz. Se ha intentado dibujar un perfil de la psicología de las personas creativas, pero como sucede con este tipo de estudios, los resultados dependen en gran medida de las pruebas que se utilicen.

No merece la pena pararse en este tipo de información ya que suelen ser encasillamientos artificiales que no pueden explicar personalidades como las de Guillermo Rovirosa. La ciencia no es capaz de explicar el misterio de las personas; siempre nos deja a las puertas. La persona creativa es aquella que vive el resultado más alto de la libertad humana. Rovirosa vivió en aquel punto en el que el hombre alcanza un despliegue de sus facultades tal que se convertía para los demás en imagen del Dios Creador. Así, ser creativo no es ser extravagante, ni ocurrente, es sencillamente desplegar las cualidades que toda persona puede tener con una visión de fe de la realidad como la que alcanzó Guillermo Rovirosa.

Ana Cuevas y Javier Marijuán