Mediocres

«Un hombre mediocre es un hombre frustrado».

Lo que da algún sentido a la lucha humana es precisamente la lucha permanente, y el hombre mediocre es el que no quiere líos. ¿Qué sentido puede tener la vida de un hombre cuya aspiración máxima consiste en no dar sentido a su vida?

Se objetará quizá que la vida del hombre mediocre tiene un sentido de tranquilidad, orden, paz, bienestar,… La respuesta es fácil, ya que el hombre mediocre aspira a todo esto no con criterio humano (fundamentado en la verdad y en la justicia), sino con un criterio vegetal. Y nada más. Ya que los árboles y plantas gozan de una tranquilidad, un orden, una paz y un bienestar que nadie puede poner en duda. Y que es precisamente imitar a ese vegetal a lo que se dirigen los anhelos de un hombre mediocre. Todo ello (como los vegetales) bajo el signo de la nutrición y la reproducción…

En una humanidad de mediocres el dinero ha de ser necesariamente, el signo de valor. Cuando no hay valores humanos de los que echar mano la cosa se degrada, y no se para en lo animal y vegetal, sino se cae en lo más bajo: en lo mineral, para centrar el concepto de valor.

Tanto tienes, tanto vales. Este es nuestro lema de mediocres. Para «tener», estorban todas las virtudes humanas de honradez, amistad, fidelidad a la palabra dada, culto a la verdad, sentido de justicia, probidad… (y con mayor motivo las virtudes cristianas, centradas en el amor del Mandamiento Nuevo). Y los mediocres lo echamos todo por la borda, aunque algunos conservemos una fachada de apariencias…¡por si acaso!

El hombre de presa (que es la versión más animal del hombre) domina, lógicamente a los hombres mediocres (que somos la versión vegetal de la humanidad).

¿Dónde está el hombre? La linterna de Diógenes sigue tan actual hoy como entonces.

Pero ya hace tiempo que un mediocre gobernador de provincia, sin sospechar el alcance de lo que decía, exclamó en una ocasión:

¡Aquí está el hombre!