Carta de Rovirosa a un joven sacerdote desanimado

Guillermo Rovirosa escribe a un joven sacerdote, a quien conoce desde hace años. Está desanimado por la tarea ha que ha sido enviado. Lo más sorprendente, y que parece ignorar dicho sacerdote, es que Rovirosa está en un momento muy especial. Tres meses antes le han echado de la HOAC y ha padecido el accidente. Es cuando dice aquella frase: Ara més que mai (Ahora más que nunca). En su biografía sobre Rovirosa, Carlos D. lo llama annus horribilis. Lo contrario de lo que decía Rovirosa… El que hoy está en proceso de beatificación decía: Cuando las cosas van bien, bien; cuando van mal, mejor.

 

 

Madrid, 8 Oct. 1957

Mi querido padre:

Con gran alegría (como siempre) he recibido tu carta del sábado. Ya estás llegando a donde ibas durante doce años. Bendito sea Dios. Amén.

Voy a fijarme solamente en un párrafo de tu carta; el que dice: De momento no puedo hacer nada con los hombres.

De momento puedes hacer algo con un hombre, todo un hombre: San Pablo. Relee a San Pablo y fíjate en su doctrina sobre la esclavitud de la ley y la libertad del amor. A ti la ley te obliga a cuidarte de las niñas y a observar un reglamento (otra ley), y en ésto te hallas en plena zona de esclavitud. Estoy por decirte que lo mismo te pasaría si te hubieran encargado de la HoAc. Esto no es malo (¡qué va a serlo!) pero estamos todavía en la zona de la esclavitud, o del temor, o de la atrición, cómo mas te guste, que es un primer paso (no matar, no robar, obedecer a los superiores, etc)

Pero, SI QUIERES, puedes entrar en la zona de la libertad, en la que ya no necesitas reglamentos, ni órdenes de los superiores; lo único que necesitas es amar a los hombres viendo en ellos a Cristo. ¿Los amas así? ¿Quién puede impedirte hacerte amigo de un obrero socialista de [el lugar al que ha sido enviado]? ¿Ni a quién tienes que pedirle permiso para veros en tu casa o en la suya? ¿No te ordenaron sacerdote para llevar a Cristo a los hombres, y a los hombres a Cristo? Quizá en este mismo momento en tu mente aparece la pregunta: -¿y qué haré con este hombre? Si fuera así, ¡malo!; ello sería señal de que necesitas el látigo del reglamento y el imperativo de la ley. ¿Qué harás con este hombre? – ¡Lo que Dios quiera y tu fidelidad le consienta!

Cuando los hombres fabricamos reglamentos y leyes, le estamos pisando el terreno a Dios; al querernos hacer pasar por el aro a nosotros mismos, inconscientemente pretendemos ponerle límites a Su Providencia, que donde hay leyes y reglamentos parece que ya no le dejamos nada que hacer. Claro está que los reglamentos y las leyes son necesarios a nuestra naturaleza pecadora, pero la ascesis cristiana no consiste en otra cosa que en necesitar cada vez menos reglamentos y leyes, para entrar progresivamente en la zona de la libertad de los hijos de Dios, que es la zona del puro amor de Cristo, que no admite reglamentos ni leyes.

Tú tienes ahora, al principio de tu sacerdocio, una oportunidad para hacer esta experiencia. Con las niñas guíate por los reglamentos y los preceptos de los superiores, y no perdones esfuerzo ni sacrificio para cumplirlos y hacerlos cumplir. Y observa, observa… Con los adultos (los que han pasado el servicio militar) déjate guiar solamente por el Amor de Cristo. Y observa, observa… No les digas ni el nombre de la HoAc (que en sí es fruto de un reglamento y una ley). Primero y siempre Amor de Cristo, que se manifiesta, no en la limosna en cualquiera de sus formas (la limosna en cualquiera de sus formas y tal cómo se practica, rarísimamente es Caridad cristiana, ya que ésta exige DA R previamente al «otro» toda la dignidad de Cristo y ponerse interiormente a sus pies; repasa este paréntesis a la luz de tu Teología y te explicarás los fracasos ininterrumpidos que la extensión del Reino de Dios experimenta en nuestra patria; los «limosneros» dan de todo, menos dignidad, que es lo primero y fundamental) sino en la amistad, con todas las exigencias humanas que esta palabra lleva consigo. Cuando seáis amigos, el hablar de Cristo será una necesidad, y se recibirán tus palabras como recibe la lluvia la tierra sedienta. No olvides que sobrenatural significa, exactamente: sobre-natural y el amor de Caridad sólo puede existir donde hay un cimiento de amistad natural. La nada no puede elevarse a ninguna parte, ni siquiera al plano de Dios. Cuando tu amigo ame a Cristo y a su Iglesia en plenitud, entonces ya puedes hablarle de la HoAc sin peligro de capillismos, pues no la verá como un reglamento, o una ley, sino como la morada en que el Padre le sitúa para liberarse y liberar a otros. Esto lo puedes hacer con cualquier adulto que el Señor te ponga delante, y no necesitas permisos ni autorizaciones; te sobra con tu ordenación. Cuando tengas tres o cuatro adultos con este espíritu, entonces será el momento en «legalizarlos» y seguramente que no ofrecerá ninguna dificultad. Pero si antes que nada te preocupas de la legalidad y de los reglamentos, cuando todo esté perfectamente legalizado te encontrarás en las manos solamente con apariencias y ficciones legales; total ¡NADA! ¿No es acaso ésto lo que vemos a nuestro alrededor? Busca, pues, primero que nada el Amor del Reino de Dios y su Justicia, y las leyes y los reglamentos se te darán por añadidura, y además, BUENOS.

Otra cosa quiero también indicarte, fruto de mi experiencia como consumidor de curas. Me parece (y a lo mejor es un falso testimonio) que muchos nuevos sacerdotes, cuando caen en su primer destino, se plantean la situación así: -¿Qué puedo hacer yo aquí? Y, ¡claro está! no pueden hacer otra cosa que entretenerse con niños, niñas y algunas mujeres, en las infinitas formas que cierta pastoral (!) ha ido inventado, todas más inútiles y antievangélicas las unas que las otras. Es como si en la Iglesia docente se echaran a la basura todos los que han recibido Ordenes Sagradas, y solamente se pensara en los Seminarios y en los conventos de monjas. No quiero decir que haya que despreciar a los niños ni a las mujeres, sino que la atención principal ha de centrarse en los hombres adultos de la Iglesia discente… tal cómo practicó y nos enseñó Cristo. Ahora bien, me parece que la buena manera de plantearse su situación ante el primer destino es (para el nuevo sacerdote) esta:- ¿Qué no puede hacer Cristo, aquí, a través de mi fidelidad a sus Gracias? ¿Qué te parece? ¿Puede alguno blasfemar diciendo que: no se puede hacer nada, y tumbarse a la bartola de la maldita rutina, que tantos estragos causa en el Cuerpo Místico?

Y basta de tabarra. Dentro de ocho diez días iré a Montserrat donde estaré seguramente hasta fin de año. ¿No podrías hacer una escapada de un par de días a la sombra de la Moreneta?

Te espero allí y, mientras tanto, te manda un abrazo descomunal

tuyo Rovirosa

¡Hasta mañana, en el Altar!